El
24/02/2011 14:00, Julio Fidel escribió:
Entrego en el fichero adjunto mi trabajo de FICHA DE
LECTURA DE LA METAMORFOSIS.
UNIVERSIDAD DE LA EXPERIENCIA. MODULO 1.
Julio Fidel Díez Reinares.
Hola,Julio
Te adjunto la ficha con algunos comentarios (elogiosos).
Saludos.
Miguel Ángel
Ficha de lectura de La Metamorfosis
Franz
Kafka (Rep. Checa, 1883-1924)
Escritor judío en lengua alemana,
hijo de un comerciante de clase media, bajo dominio del imperio austrohúngaro.
La personalidad del padre pesó como una losa en su vida y en su obra. La
tradición judía también. El patriarcado, el peso de la tradición, el sentimiento
de culpa y de pecado. Escritor en alemán entre checos, judío entre cristianos,
gallo en corral ajeno, honra de padre y madre, el peso de la herencia, el peso
de las deudas heredadas y, entre ellas, la del pecado original. Demasiada carga
para un burro tan pequeño.
“Los muertos están en cautiverio y no
nos dejan salir del cementerio” (Serrat)
Pero el burro es rebelde, no como
Platero. Lo que no puede hacer la fuerza lo consigue la pataleta y la ironía.
Hay demasiado de Gregorio en Kafka y
de Kafka en Gregorio. El temor al padre, el amor a la madre y a la hermana, el sentimiento
de protección excesivo hacia la familia, casi mesiánico, la mezcla de temor y
consideración hacia el progenitor a pesar de que éste nunca le valoró en su
justa medida, con la consiguiente pérdida de autoestima, hasta el punto de convertirle en bicho primero y
después en cosa. Ni siquiera cosa de adorno sino trasto de rincón de trastero.
La asfixia y la claustrofobia tanto
familiar como de la sociedad que le rodea es insistente. Son años pesados y
espesos, de una densidad agobiante, como la de una pesadilla tras de una
copiosa cena mal digerida.
Oficinista, ante quien la figura del
jefe se levanta imponente, sumándose a la del padre, desmesurada ya de por sí,
y a la de las múltiples autoridades patentes y presentes como las representadas
por los militares austriacos. A esto debería añadirse la probable influencia de
los rabinos y otras autoridades civiles y religiosas de su entorno.
(En los días de juventud de quienes
asistimos a la universidad de la experiencia también era frecuente confundir la
autoridad del padre con la del jefísimo del estado y con la del papa así como
trastocar a menudo en nuestras conversaciones los términos “el cura” y “el
guardia”. ¿Dislexia, Analogía o Cruce?: difícil diagnóstico.)
No es extraño que la rebeldía se
ahogue y se convierta alternativa y sucesivamente en cobardía, pusilanimidad,
depresión, absentismo laboral y, al final, absentismo vital.
Demasiada responsabilidad sobre sus espaldas. Esto hunde a
cualquiera.
¡Qué poquita cosa somos!
Autoestima por los suelos. (Para ser más exactos, bajo la alfombra.)
(¡No somos nadie!)
¡Perdón! No quiero molestar. Pero tampoco quiero que me
molesten.
Otro poeta cantor pujó a la baja por la autoestima
blandiendo su copla al viento del bordón de una guitarra:
“Pase por frente al boliche
empujao por el destino
mas no quise dentrar
pa no entristecerlo al vino.” (Jorge
Cafrune)
Pero, ya que somos
tan poco, por lo menos que nos dejen un rincón de intimidad aunque sea junto al
polvo, bajo la alfombra, como un ácaro más. Eso decidió Gregorio y eso mismo
decidió Kafka. Ya que no se me oye, por lo menos que me dejen tranquilo. Yo
haré por ellos lo que pueda desde aquí. Seguiré velando por sus buenas vidas y
por sus felicidades simples inodoras e indoloras. En cuanto pueda me daré la
vuelta, daré nuevas órdenes a mis patitas y les arreglaré todos sus asuntos
para que puedan vivir cómodamente. Son mi familia y les quiero. Además no tengo
otra.
«iQué
vida tan apacible lleva la familia!»
“se sintió muy orgulloso de haber podido proporcionar a
sus padres y a su hermana la vida que llevaban en una vivienda tan hermosa.”
“¡Doctor!
¡Doctor! Oigo voces” (Yo les oigo
pero ellos no me oyen a mí.)
“-son las siete menos cuarto. ¿No ibas a salir
de viaje? ¡Qué dulce voz!”
No puede moverse de la cama como cualquiera de nosotros un
lunes cualquiera.
¡Ahora me levanto! (pero no puedo, el cuerpo no me responde,
me pesa demasiado, no puedo darme la vuelta, no puedo moverme ¿qué me pasa?)
(Tal vez si su madre le hubiera cantado una canción
infantil al uso de la que nos cantaban a nosotros nuestros padres, algo así como a ésta, el desenlace del cuento
habría sido distinto:
“-Arriba, Juan, arriba
Juan, vamos a la escuela.
-¡Oh! no, mamá, ¡oh! no, mamá, me duele la muela.
-Arriba Juan, arriba Juan, pasan los soldados.
-¡Oh! sí, mama, ¡oh! sí, mama, ya estoy levantado.”)
Pero a Gregorio no le gustaban tampoco los soldados ni a
Kafka y mucho menos aún si iban vestidos con el uniforme del ejército
austriaco.
Johnny cogió su fusil. Coma profundo.
A veces queremos ser escuchados pero nuestra capacidad de
emisión es tan débil frente a la potente emisora que tenemos enfrente que
nuestro pensamiento se borra incluso antes de convertirse en la necesaria idea
previa a la formación de la palabra.
Y aún en el caso de que la idea llegara a formarse, no tiene
poder suficiente para hacer vibrar la cuerda que da sonido al verbo.
El emisor es débil y el receptor es opaco y espeso.
Agobio, encierro, claustrofobia, impotencia. No hay manera
de escaparse del cajón. Pero estoy vivo y nadie lo ve. ¿Es que no se me oye?
¿Es que nadie recibe mi señal?
Ancianos a quienes ya se les ha agradecido los servicios
prestados, hijos pequeños cuyas opiniones no son importantes, enfermos con los
que no se cuenta ni siquiera para tratar acerca de su enfermedad. ¿Alzheimer,
también quizás? ¿Demencia senil?
-¿Qué
sabes de aquel hombre rebelde y con espíritu luchador? Hace tiempo que no lo
veo.
-No
lo sé. Dicen que “chochea y está viejo.”
“El experto militar en comunicaciones apuntó la posibilidad de que el paciente
conociera el alfabeto Morse. Autorizado y apremiado por su superior consiguió
mantener un diálogo fluido con el paciente. Por fin Johnny consiguió hacerse
entender:
La mano temblorosa del traductor escribió:
"¡QUIERO MORIR, MÁTENME!"
Cuestión: ¿Cuando por fin conseguimos romper las barreras de
la incomunicación obtenemos siempre el resultado que esperábamos?
El mismo Kafka, acosado por su enfermedad, también gritó:
¡Quiero morir, si no me mata es usted un asesino¡
Conectamos aquí con el
tema de la eutanasia y la muerte
digna,
Ramón San Pedro y Mar Adentro.
Ocurre, a veces, que el entendimiento entre dos personas,
que se da aún siendo de la misma familia, es como el aplauso del protagonista
de aquella historia que por causa de la enfermedad que afecta a la motricidad y
al control de sus extremidades no consigue que sus manos, por más que lo
intenta una y otra vez, logren encontrarse. Así de real y así de trágico.
Así le pasa a Gregorio, así le pasa a Kafka y quién diga que
a él eso nunca le ha pasado que tire la primera piedra o que intente aplaudir, una vez al menos.
La incomunicación, la mala comunicación que produce
malentendidos y desencuentros aboca a situaciones límite como la de verse
convertido en un insecto, en un bicho, en un gusano y, en último extremo, a desearlo como única vía de escape y de
salvación.
El temblor por la impotencia, el sentir que tus piernas
no soportan el peso de todo tu cuerpo con su caparazón a cuestas, es razón
suficiente para desear estar en otro espacio distinto del que ocupas en ese
momento.
“Pensaba
en su familia con cariño y emoción, su opinión de que tenía que desaparecer
era, si cabe, aún más decidida que la de su hermana.”
Mi manera de comprometerme fue darme a la fuga.
(Joaquín Sabina)
Las dos caras de la Metamorfosis
En esta historia se producen dos metamorfosis simultáneas e
inevitablemente unidas la una a la otra:
Por un lado la de Gregorio que se convierte en insecto. Por
el otro la del resto de la familia que
sale desde su dependencia, su holgazanería y su vivencia a la sombra de
Gregorio, quien les mantiene, hasta que consiguen la luz que otorga ser
protagonistas de sus propias vidas.
Se han transformado de gusanos en mariposas previo paso por la fase necesaria de crisálida.
Una cuestión queda en el aire:
¿El insecto
repugnante en que se convierte Gregorio no será acaso también la mariposa, fase
final de un proceso al que ha llegado desde una vida de gusano trabajador
fabricante de sedas, devorador de hojas de col, de lechuga o de
morera?
Los hombres también lloran.
“El padre cerró el puño con
expresión amenazadora, como si quisiera empujar de nuevo a Gregorio a su
habitación, miró inseguro a su alrededor por el cuarto de estar,
después se tapó los ojos con las manos y lloró de tal forma
que su robusto pecho se estremecía por el llanto.”
Los padres también lloran. Y se rasgan las vestiduras cuando un hijo no
acepta el camino que se tiene trazado para él,
cuando las expectativas de prolongación de su propia historia en la historia
del hijo se frustran.
La rabia e impotencia primera dejan paso a la indiferencia que es menos
dolorosa y a la larga más anestésica. La tradición pesa como una losa.
La vergüenza por el sometimiento ante la opinión del resto
de la tribu oprime y encarcela.
Por otro lado, cuando brota el llanto en el pecho, ya
sea por rabia, por impotencia, por dolor o por arrepentimiento, éste es el
primer paso para una transformación auténtica, renacimiento incluido, para una
metamorfosis verdadera,
lo que no sucede con un simple cambio de punto de vista.
Agradecimientos:
(Si te he visto no me acuerdo.)
“En un momento dado puede uno ser incapaz de
trabajar, pero después llega el momento preciso de acordarse de los
servicios prestados y de pensar que después, una vez superado el
obstáculo, uno trabajará, con toda seguridad, con más celo y concentración.”
Yo
le debo mucho al jefe,
bien lo sabe usted.
Por otra
parte, tengo a mi cuidado a mis padres y a mi hermana.
¿Quién cuida de quién?
Entre la bondad y el autoengaño hay una línea fina y
tenue apenas perceptible.
Nadie es imprescindible. A veces, quien se considera
necesario es mucho más un estorbo que una ayuda. La metamorfosis se culmina en
la familia cuando él, el soporte, desaparece.
“Que cada palo aguante su vela”.
Los cuidadores necesitan sus cuidados. Sacrificar la vida
propia por la de otros perjudica seriamente la salud, como el tabaco. Cada cual
debe de cuidar de sí mismo.
La metamorfosis se manifiesta cuando nadie te cuida y a
nadie tienes que cuidar. Mientras tanto estás dentro del capullo.
Demasiada carga agota al asno. Echarse más responsabilidad
de la que te corresponde a las espaldas te convierte en un animal de carga y, a
la larga, en un escarabajo con excesivo trabajo o lo que quiera que fuese el
bicho en que se convirtió Gregorio.
El mundo se transforma a base de metamorfosis continuas. Y
los individuos que lo pueblan individualmente también.
Las crisis colectivas producen crisis individuales. Estamos
en tiempos de crisis. Es el momento ideal para las metamorfosis. Si no hay
metamorfosis no hay salida de la crisis. En esta sociedad nuestra hasta que no
muere el desgastado y abatido Gregorio no hay transformación posible.
Y después de todo no todo es tan malo; incluso la joven
puede tener un futuro prometedor.
Enterremos al bicho.
El ya hizo su
trabajo. Ahora sólo es un lastre. Es ley de vida:
el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Los frutos del árbol deben volver a la
tierra para ser sembrado pero la cascarilla que los protegió y los tuvo dentro
durante su gestación debe de ser ofrecido en sacrificio al fuego. Ya no sirve.
Al menos nos dará calor y, ¿quién sabe?, como si de un
milagro póstumo se tratara, de entre sus llamas puede aparecer majestuosa un
ave fénix.
A otra cosa, Mariposa.
“En este
estado de apacible y letárgica meditación permaneció hasta que el reloj de la
torre dio las tres de la madrugada. Vivió todavía el comienzo del amanecer
detrás de los cristales. A continuación, contra su voluntad, su cabeza se
desplomó sobre el suelo y sus orificios nasales exhalaron el último suspiro.”
Y agonizó en voz baja por cortesía. (Joaquín Sabina)
“¡Fíjense, la ha diñado, ahí está, la ha diñado del todo!
¿Muerto?
- Bueno - dijo el señor Samsa -, ahora podemos dar
gracias a Dios
A pesar de lo temprano de la mañana, ya había una cierta
tibieza mezclada con el aire fresco.
Ya era finales de marzo
Después, los tres abandonaron el piso juntos, cosa que no
habían hecho desde hacía meses, y se marcharon al campo, fuera de la ciudad, en
el tranvía.
El
vehículo en el que estaban sentados solos estaba totalmente iluminado por
el cálido sol. “
(“…Y se vieron las estrellas” )
“…hablaron de las perspectivas para el futuro
y llegaron a la conclusión de que, vistas las cosas más de cerca, no eran malas
en absoluto.”
“…al ver
a su hija cada vez más animada, que en los últimos tiempos, a pesar de las
calamidades que habían hecho palidecer sus mejillas, se había convertido en una
joven lozana y hermosa.”
“…y
estiró su cuerpo joven.”
Fin de La
Metamorfosis:
(Ha nacido una nueva Mariposa
Monarca.)
El efecto
mariposa.
Cuando la nueva monarca estrenó sus alas, las contempló un breve
instante, después se asombró, más tarde se extasió con su belleza y por fin se
decidió a batirlas. No fue consciente en ese momento ni nunca del poder de su
acto. Primero fueron las estatuas milenarias convertidas en arena para elevar
un milímetro el nivel del desierto. Le siguió la destrucción a pares de la
torre herida por el rayo. Un tsunami barrió de bañistas molestos las playas
tranquilas del Índico. Un terremoto dejó sin tapias a un país que nunca las
tuvo. De las entrañas de la tierra brotó la tos, por un catarro mal curado, del señor de los abismos
a través de las rendijas de la isla
boreal obligando a las moscas a dejar de volar.
Y en Pequín llovió, por fin.
Pobre Martín,
pobre miseria,
cava la tierra
busca su pan.
Cuando la
muerte le haga un guiño
para que deje
el trabajar
se cavará su
propia tumba
y en medio de
ella irá a parar.
(George
Brassens)
Queridísimo
profesor:
Voy a
echar de menos tus glosas en la cuneta y en el arcén de mi carretera de papel.
Se
acabaron las clases y el soporte digital, como si de otra metamorfosis se
tratara, sustituye al lento carromato tirado por el viejo caballo que fue de
Miguel Strogoff.
Guardaré
tus anotaciones manuscritas como oro en paño con intención de subastarlas al
mejor postor el día que tu nombre se escriba con letras indelebles junto a los
de Vargas Llosa y Saramago, por poner dos ejemplos recientes.
Como
traidor ya me conozco el camino hasta la novena esfera. Esta vez no necesito guía.
Como
pelota espero tener una silla disponible en cualquiera de las terrazas del
purgatorio. No aspiro por el momento a más. Dicen que sirven buen café.
Kafka,
escribidor de diarios, reflexivo por obligación, sabía del poder del batir de alas de la mariposa. Y se
asustó. Por eso quiso, tras su fuga, que borraran todos sus archivos, que
quemaran todos sus escritos. Su amigo no le hizo caso y el mundo que habitamos
seguramente habría sido distinto.
Probablemente
peor, como en la película “Qué bello es vivir”.
Gracias
al amigo.
Llegado
a este punto, yo también dudo si no será mejor
cerrar este documento, olvidarme de todo lo que he escrito, darme media vuelta, esconderme sigilosamente debajo de
la alfombra y, junto a Kafka, esperar La Venida de la Aspiradora
el Día de la Gran Limpieza Final.
Pero,
en fin, se supone que esto es una ficha de lectura de la clase de Creatividad
Literaria y, por lo tanto, un trabajo de obligado cumplimiento que estoy
obligado a presentar.
Alea
jacta est.
Julio Fidel Díez Reinares
VALORACIÓN: SOBRESALIENTE 10
Yo también voy a echar de menos tu
creatividad, tu forma personal de enfocar estas tareas y estas redacciones
chispeantes de sugerencias.
Así que: gracias por todo.
De cualquier forma esto no es una
despedida, ¿eh? Según mis datos, me faltan todavía dos fichas tuyas: las de
Shakespeare y Goethe.