Sabéis ese del
aldeano que tira la piedra y esconde la mano… Yo me he desembarazado de la mía. Me pesaba más que
a Sísifo la suya. No podía lanzársela a la mujer adúltera después de lo bien
que lo pasamos juntos.
Me voy de
vacaciones. No me busquéis. Será más fácil que deis con Ulises perdido en el
medio del notrum mare que conmigo.
No obstante si
alguien quiere decirme algo ya sabe dónde encontrarme… ¡y el que me busca me
encuentra!
Queridos
amigos:
Os juro que
cuando escribí “El circulo pluscuamperfecto” para nada era
consciente de que había una ley Wert por la cual nadie por debajo
de la calificación de 6.5 podría ser becado. Estaba el tema en
los medios de comunicación a todas horas pero yo sin enterarme. No suelo
escuchar los telediarios. No tengo nada contra ellos pero mi dosis de
televisión se completa y se satura con “Las Bandidas”. Apenas un minuto
de más ya es exceso y para mí se convierte en sobredosis. Dado mi estado
crítico y mental, según dice mi médico, éste podría ser fatal y el último. Y no
quiero perderme el próximo episodio.
Esta nota de
corte a mí no me afecta pues como comprobaréis, si os aventuráis a continuar
leyendo lo que he escrito, yo paso, raspando pero paso. Y de esto
tengo que dar gracias a Dios y a mis profesores porque de lo
contrario estaría condenado irremediablemente al éxito en la
política. Sólo cuando esta mañana he recibido de un amigo el enlace que
sigue he sido consciente de la trascendencia y de la importancia del tema:
Tenía mis
dudas sobre el destino final de mi trabajo, dado que el curso 2012-2013 en la
Universidad de la Experiencia ya ha concluido y que las reclamaciones para
lograr subir nota en base a argumentos tendentes a convencer a los profesores
de que sus valoraciones están por debajo de mis méritos o de que se han
equivocado, la experiencia de 64 años de estudiante durante 24 horas al día me
aconseja que es mejor que lo deje como está, que no pierda el tiempo y que me
dedique a otros menesteres más productivos y gozosos.
En esto
andaba yo y eso pensaba hacer, como tengo por costumbre, para lo que ya había
acondicionado un hueco nuevo en un rincón del cajón “desastre” donde guardo lo
que escribo y pinto (¡qué desastre de cajón!) a la espera de la llegada
de tiempos más propicios para la piratería y las órdenes de caballería, cuando
el correo de mi amigo me ha deslumbrado con su destello, más bien un fogonazo,
de luz e inspiración.
A eso se ha
unido una frase que me dejó marcado y sumamente intrigado el cuatrimestre
pasado, y que todavía revolotea como meliflua abeja alrededor de mi cabeza sin
decidirse a clavar el estimulante estoque de su aguijón en la punta de mi
nariz o en la cruz de mi cerviz, cuando pude leerla por vez primera y única en
la magistral lección sobre el número de oro, la divina proporción y las razones
profundas del futbol de nuestro preclaro magister Ignacio Extremiana. Era de
Luca Pacioli. Decía así:
… Vuestra Alteza dijo, con sus
áureas y melifluas palabras, que es
digno de grandísima consideración
de Dios y del mundo aquel que,
estando dotado de alguna virtud, la
comunica a los demás de buen
grado, cosa que es caridad para con
el prójimo y alabanza y honor
para el mismo, imitando el sagrado
dicho quod ne sine
gmento
didice et sine invidia libenter
comunico …
“Grandemente excitado por las mencionadas palabras
recobré aliento en la solitaria pendiente para preparar este breve compendio y
utilísimo tratado titulado La Divina Proporción.”
Sin llegar a
la convicción ni a la fatua creencia de que mi trabajo pueda brillar a la misma
altura que el de mi maestro en matemática futbolística o el del sabio Luca
Pacioli pero animado sin embargo por esa otra máxima de que hace gala el
hermano lego que, mientras se carga al hombro a la lozana zagala perdida y
hallada en la parva de la era, junto al frondoso trigal, camino de su celda de
trapense o de cartujo, dice que “todo es bueno pa’l convento”, yo,
venciendo mi recelo original, he decidido por fin dejar fuera del anonimato el
producto del desvelo de mis largas noches de invierno en vela y del celo
profesional de mi primavera en celo.
He salido
del atasco gracias al influjo de su grande autoridad… y de la no menos grande
del autoritario agente de la autoridad:
(¿Qué hay
que hacer ante un atasco? ¿Cómo salir de un aprieto? ¿Cómo
desamordazar y regresar ese grito de estopa que se estanca en tu
garganta, que atenaza con un nudo tu lengua de autista mudo, que te asfixia y
que te ahoga?)
Cuando se
produce un atasco en la circulación llamamos al médico cardiólogo en
primera urgencia y en último extremo al agente de tráfico. Éste,
imponiendo su autoridad, ordena: ¡CIRCULEN! Y entonces circulamos
obedientes.
(Circulamos
en círculo, naturalmente, como la propia historia, juntando el final con el
principio, recomenzando siempre la misma aventura repetida como hace el burro
paciente y resignado, amarrado al palo que mueve los minutos en la noria.)
Beltor Brech
escribió y dibujó con tiza en el suelo El círculo de tiza caucasiano.
(Yo, en
cambio, para no variar, como un demente sin oficio escapado del hospicio mal
llamado casa de salud, suelo utilizar la tiza para dibujar en el aire parábolas
preñadas de inútiles enseñanzas, intentando hacer diana certera y blanco en el
negro baricentro de la sotana de mi profesor de religión, buscando más
la diversión insana que el santo y bueno beneficio o apuntando al rabillo
insolente y provocador que marca el eje vertical del circuncentro de su
boina de lana, o al ojo del huracán, vorágine en el ortocentro,
punto de encuentro y abrazo de todas las filosofías, de su chaqueta raída de
pana.)
El mundo entero
es concéntrico. El universo es multidimensional. El infierno,
el purgatorio y el paraíso forman un conjunto de esferas
multidimensionales y concéntricas.
Yo tengo mi
propio Círculo de Lectores, un círculo minúsculo, mimado y amado, de
radio corto, de corto alcance, con poco eco, con mucho pico y con algo de ego.
Su centro está en el punto cero de mi ombligo. Es ecocéntrico,
como el sonido que hace la piedra que tira el aldeano cuando cae en el centro
del estanque, y egocéntrico. En realidad es un Círculo de Amigos.
Quien no lee lo
que escribo es porque vive en el extrarradio de mi aldea que en modo
alguno (en algún modo) es global.
Querido lector
y amiga:
Todas las trilogías tiene su
propia generación. Hay que leerlos en este orden:
1.- El círculo perfecto: (*)
2.- El círculo imperfecto: (**)
3.- El círculo plucuamperfecto: (***)
He aquí en primicia el correo
que tengo preparado con mis trabajos adjuntos para enviar quién tengo resaltado
en mi lista de contactos (Mi desviación mental, emocional e incluso sexual
hacia la aritmética hace que tenga a mis lectores y a mis amigos, que
coincidentemente son los mismos, contados, numerados y ordinados):
-¿A mis compañeros de curso,
de fatigas y destemplanzas?
-¿A mis profesores de
ciencias y corduras matemáticas?
-¿A mis profesores de letras
y locuras de lengua y literatura?
-¿A mis amigos de siempre,
aquellos que conocí antes de entrar en la Universidad de La Experiencia cuyo
rostro se me desdibuja cada día que pasa y cuyo nombre he olvidado?
-¿A mis hijos que, a pesar de
todo, me quieren?
-¿A mi esposa y a mi amante
que, hoy por hoy, casualmente son también coincidentes? (Coinciden en que me
matan si se enteran cada una de la existencia de la otra)
-¿A mi profesor de
religión y filosofía? (Seguro que
éste me crucifica y que después me excomulga)
El tercero, mi
última creación, está calentito, recién salido del horno, horno de fuego, fuego
de ira en el ara de la pira. Afortunadamente lo he retirado a tiempo y no
se me ha quemado. Quizás algo socarrado puede que esté pero espero que no se le
note demasiado en el aroma ni en el sabor.
Tanto mis amigos del alma
como mis detractores me han acusado a menudo de tratar de caer y de caer en los
tratos siempre de pie como los gatos. Nunca lo he negado. Siempre he ganado.
Para los primeros esta
rara habilidad es una cualidad, una virtud admirable. Para los segundos el más
vil de los vicios y el más condenable de los pecados.
Yo me siento cómodo y muy
a gusto siendo como soy y estando como estoy. Disfruto con ello. Y disfruto
más, mucho más, si puedo compartir mis piruetas y volatines con un amigo, con
una amiga, contigo, por pura, simple, llana y sana diversión.
Y
porque, aunque no valga mucho, si es que algo vale,
déjame que te
recuerde, como dice Santa Rita,
que lo que se da no se quita
y
que lo que no se da se pierde.
Julio