Pasaba por aquí… y entré.
Tenía miedo, mucho miedo. La
timidez natural que con frecuencia me atenaza y me deja literalmente paralizado
me impide, después de tocar el timbre, esperar a que me abran la puerta.
Normalmente salgo corriendo antes de que me pregunten qué quiero, qué vendo, a
quién busco o qué se me ha perdido por allí.
Esta vez no lo hice, no sé muy
bien por qué, pero no me arrepiento. La Universidad de La Experiencia ha sido
el mejor método de autoayuda que he encontrado. Salgo renovado…y mucho más
sabio. También tres años más viejo pero… ¿a que no se me nota?
El profesorado es excelente, el
abanico de materias completísimo. Si tenía alguna laguna en mi bagaje cultural
antes de entrar, y os aseguro que sí la tenía (más bien un lago), ahora lo
máximo que me queda es algún charco residual… y está en fase de evaporación. En
fin: Un lujo.
Este es mi testimonio, verdadero,
que de pequeño me enseñaron a no levantar falso testimonio ni mentir.
Lo digo para que conste… y lo mantengo.
(Y lo sostengo…
y lo defiendo, si es preciso,
con el valor de mi espada
y con mi pluma afilada.)