Esta es mi ficha de lectura de Kafka. Lectura encomendada, trabajo obligatorio.
Así lo escribí y así lo presente:
Ficha de lectura de La Metamorfosis
Así lo escribí y así lo presente:
Ficha de lectura de La Metamorfosis
Franz
Kafka (Rep. Checa, 1883-1924)
Escritor judío en lengua alemana, hijo de un
comerciante de clase media, bajo dominio del imperio austrohúngaro. La
personalidad del padre pesó como una losa en su vida y en su obra. La tradición
judía también. El patriarcado, el peso de la tradición, el sentimiento de culpa
y de pecado. Escritor en alemán entre checos, judío entre cristianos, gallo en
corral ajeno, honra de padre y madre, el peso de la herencia, el peso de las deudas
heredadas y, entre ellas, la del pecado original. Demasiada carga para un burro
tan pequeño.
“Los muertos
están en cautiverio y no nos dejan salir del cementerio” (Serrat)
Pero el burro es rebelde, no como Platero. Lo que
no puede hacer la fuerza lo consigue la pataleta y la ironía.
Hay demasiado de Gregorio en Kafka y de Kafka en
Gregorio. El temor al padre, el amor a la madre y a la hermana, el sentimiento
de protección excesivo hacia la familia, casi mesiánico, la mezcla de temor y
consideración hacia el progenitor a pesar de que éste nunca le valoró en su
justa medida, con la consiguiente pérdida de autoestima, hasta el punto de convertirle en bicho primero y
después en cosa. Ni siquiera cosa de adorno sino trasto de rincón de trastero.
La asfixia y la claustrofobia tanto familiar como
de la sociedad que le rodea es insistente. Son años pesados y espesos, de una
densidad agobiante, como la de una pesadilla tras de una copiosa cena mal
digerida.
Oficinista, ante quien la figura del jefe se
levanta imponente, sumándose a la del padre, desmesurada ya de por sí, y a la
de las múltiples autoridades patentes y presentes como las representadas por
los militares austriacos. A esto debería añadirse la probable influencia de los
rabinos y otras autoridades civiles y religiosas de su entorno.
(En los días de
juventud de quienes asistimos a la universidad de la experiencia también era
frecuente confundir la autoridad del padre con la del jefísimo del estado y con
la del papa así como trastocar a menudo en nuestras conversaciones los términos
“el cura” y “el guardia”. ¿Dislexia, Analogía o Cruce?: difícil diagnóstico.)
No es extraño que la rebeldía se ahogue y se
convierta alternativa y sucesivamente en cobardía, pusilanimidad, depresión,
absentismo laboral y, al final, absentismo vital.
Demasiada responsabilidad sobre sus espaldas. Esto hunde a cualquiera.
¡Qué poquita cosa
somos!
Autoestima por los
suelos. (Para ser más exactos,
bajo la alfombra.) (¡No somos nadie!)
¡Perdón! No quiero molestar. Pero tampoco quiero que me
molesten.
Otro poeta cantor pujó a la baja por la autoestima
blandiendo su copla al viento del bordón de una guitarra:
“Pase por frente al
boliche
empujao por el
destino
mas no quise
dentrar
pa no entristecerlo al
vino.” (Jorge Cafrune)
Pero, ya que somos
tan poco, por lo menos que nos dejen un rincón de intimidad aunque sea junto al
polvo, bajo la alfombra, como un ácaro más. Eso decidió Gregorio y eso mismo
decidió Kafka. Ya que no se me oye, por lo menos que me dejen tranquilo. Yo
haré por ellos lo que pueda desde aquí. Seguiré velando por sus buenas vidas y
por sus felicidades simples inodoras e indoloras. En cuanto pueda me daré la
vuelta, daré nuevas órdenes a mis patitas y les arreglaré todos sus asuntos
para que puedan vivir cómodamente. Son mi familia y les quiero. Además no tengo
otra.
«iQué vida tan apacible lleva la familia!»
“se
sintió muy orgulloso de haber podido proporcionar a sus padres y a
su hermana la vida que llevaban en una vivienda tan hermosa.”
“¡Doctor! ¡Doctor! Oigo voces” (Yo les
oigo pero ellos no me oyen a mí.)
“-son las siete menos cuarto. ¿No ibas a salir
de viaje? ¡Qué dulce voz!”
No puede moverse de la cama como cualquiera de nosotros un
lunes cualquiera.
¡Ahora me levanto! (pero no puedo, el cuerpo no me responde,
me pesa demasiado, no puedo darme la vuelta, no puedo moverme ¿qué me pasa?)
(Tal vez si su madre
le hubiera cantado una canción infantil al uso de la que nos cantaban a
nosotros nuestros padres, algo así como a ésta, el desenlace del cuento habría
sido distinto:
“-Arriba, Juan, arriba Juan, vamos a la
escuela.
-¡Oh! no, mamá, ¡oh! no, mamá, me duele la
muela.
-Arriba Juan, arriba Juan, pasan los
soldados.
-¡Oh! sí, mama, ¡oh! sí, mama, ya estoy
levantado.”)
Pero a Gregorio no le gustaban tampoco los soldados ni a Kafka
y mucho menos aún si iban vestidos con el uniforme del ejército austriaco.
Johnny cogió su
fusil. Coma profundo.
A veces queremos ser escuchados pero nuestra capacidad de
emisión es tan débil frente a la potente emisora que tenemos enfrente que
nuestro pensamiento se borra incluso antes de convertirse en la necesaria idea
previa a la formación de la palabra.
Y aún en el caso de que la idea llegara a formarse, no tiene
poder suficiente para hacer vibrar la cuerda que da sonido al verbo.
El emisor es débil y el receptor es opaco y espeso.
Agobio, encierro, claustrofobia, impotencia. No hay manera
de escaparse del cajón. Pero estoy vivo y nadie lo ve. ¿Es que no se me oye? ¿Es que nadie recibe mi señal?
Ancianos a quienes ya se les ha agradecido los servicios
prestados, hijos pequeños cuyas opiniones no son importantes, enfermos con los
que no se cuenta ni siquiera para tratar acerca de su enfermedad. ¿Alzheimer,
también quizás? ¿Demencia senil?
-¿Qué sabes de aquel hombre rebelde y con espíritu
luchador? Hace tiempo que no lo veo.
-No lo sé. Dicen que “chochea
y está viejo.”
“El experto militar
en comunicaciones apuntó la posibilidad
de que el paciente conociera el alfabeto Morse. Autorizado y apremiado por su
superior consiguió mantener un diálogo fluido con el paciente. Por fin Johnny
consiguió hacerse entender:
La mano temblorosa
del traductor escribió: "¡QUIERO MORIR, MÁTENME!"
(Texto extraído de un
relato libre de Fernando Ortigosa Mora inspirado en la película de los años 70,
Johnny cogió su fusil) http://www.le-es.com/narrativa_nuestros_johny.htm
Cuestión: ¿Cuando por fin conseguimos romper las barreras de
la incomunicación obtenemos siempre el resultado que esperábamos?
El mismo Kafka, acosado por su enfermedad, también gritó:
¡Quiero morir, si no
me mata es usted un asesino¡
Conectamos aquí con el
tema de la eutanasia y la muerte digna,
Ramón San Pedro y Mar Adentro.
Babel.
Incomunicación.
Ocurre, a veces, que el entendimiento entre dos personas,
que se da aún siendo de la misma familia, es como el aplauso del protagonista
de aquella historia que por causa de la enfermedad que afecta a la motricidad y
al control de sus extremidades no consigue que sus manos, por más que lo
intenta una y otra vez, logren encontrarse. Así de real y así de trágico.
Así le pasa a Gregorio, así le pasa a Kafka y quién diga que
a él eso nunca le ha pasado que tire la primera piedra o que intente aplaudir,
una vez al menos.
La incomunicación, la mala comunicación que produce
malentendidos y desencuentros aboca a situaciones límite como la de verse
convertido en un insecto, en un bicho, en un gusano y, en último extremo, a
desearlo como única vía de escape y de salvación.
El temblor por la impotencia, el sentir que tus piernas
no soportan el peso de todo tu cuerpo con su caparazón a cuestas, es razón
suficiente para desear estar en otro espacio distinto del que ocupas en ese
momento.
“Pensaba
en su familia con cariño y emoción, su opinión de que tenía que desaparecer
era, si cabe, aún más decidida que la de su hermana.”
Mi manera de
comprometerme fue darme a la fuga. (Joaquín Sabina)
Las dos caras de
la Metamorfosis
En esta historia se producen dos metamorfosis simultáneas e
inevitablemente unidas la una a la otra:
Por un lado la de Gregorio que se convierte en insecto. Por
el otro la del resto de la familia que
sale desde su dependencia, su holgazanería y su vivencia a la sombra de
Gregorio, quien les mantiene, hasta que consiguen la luz que otorga ser
protagonistas de sus propias vidas.
Se han transformado de gusanos en mariposas previo paso por la fase necesaria de crisálida.
Una cuestión queda en el aire:
¿El insecto
repugnante en que se convierte Gregorio no será acaso también la mariposa, fase
final de un proceso al que ha llegado desde una vida de gusano trabajador
fabricante de sedas, devorador de hojas de col, de lechuga o de morera?
Los hombres
también lloran.
“El
padre cerró el puño con
expresión amenazadora, como si quisiera empujar de nuevo a Gregorio a su
habitación, miró inseguro a su
alrededor por el cuarto de estar, después se tapó los ojos con las manos y lloró de tal forma que su robusto pecho se estremecía por el llanto.”
Los padres también lloran. Y se rasgan las vestiduras cuando un hijo no
acepta el camino que se tiene trazado para él, cuando las expectativas de
prolongación de su propia historia en la historia del hijo se frustran. La
rabia e impotencia primera dejan paso a la indiferencia que es menos dolorosa y
a la larga más anestésica. La tradición pesa como una losa.
La vergüenza por el sometimiento ante la opinión del resto
de la tribu oprime y encarcela.
Por otro lado,
cuando brota el llanto en el pecho, ya sea por rabia, por impotencia, por dolor
o por arrepentimiento, éste es el primer paso para una transformación auténtica,
renacimiento incluido, para una metamorfosis verdadera, lo que no sucede con un
simple cambio de punto de vista.
Agradecimientos:
(Si te he visto no me acuerdo.)
“En un momento dado puede uno ser incapaz de
trabajar, pero después llega el momento preciso de acordarse de los servicios prestados y de pensar que
después, una vez superado el obstáculo, uno trabajará, con toda seguridad, con
más celo y concentración.”
Yo le debo mucho al jefe, bien lo sabe usted.
Por otra
parte, tengo a mi cuidado a mis
padres y a mi hermana.
¿Quién cuida de
quién?
Entre la bondad y el
autoengaño hay una línea fina y tenue apenas perceptible.
Nadie es imprescindible. A veces, quien se considera
necesario es mucho más un estorbo que una ayuda. La metamorfosis se culmina en la
familia cuando él, el soporte, desaparece.
“Que cada palo aguante
su vela”.
Los cuidadores necesitan sus cuidados. Sacrificar la vida
propia por la de otros perjudica seriamente la salud, como el tabaco. Cada cual
debe de cuidar de sí mismo.
La metamorfosis se manifiesta cuando nadie te cuida y a
nadie tienes que cuidar. Mientras tanto estás dentro del capullo.
Demasiada carga agota al asno. Echarse más responsabilidad
de la que te corresponde a las espaldas te convierte en un animal de carga y, a
la larga, en un escarabajo con excesivo trabajo o lo que quiera que fuese el
bicho en que se convirtió Gregorio.
El mundo se transforma a base de metamorfosis continuas. Y
los individuos que lo pueblan individualmente también.
Las crisis colectivas producen crisis individuales. Estamos
en tiempos de crisis. Es el momento ideal para las metamorfosis. Si no hay
metamorfosis no hay salida de la crisis. En esta sociedad nuestra hasta que no muere
el desgastado y abatido Gregorio no hay transformación posible.
Y después de todo no todo es tan malo; incluso la joven
puede tener un futuro prometedor.
Enterremos al bicho.
El ya hizo su trabajo. Ahora sólo es un lastre. Es ley de vida: el muerto al
hoyo y el vivo al bollo. Los frutos del árbol deben volver a la tierra para ser
sembrado pero la cascarilla que los protegió y los tuvo dentro durante su
gestación debe de ser ofrecido en sacrificio al fuego. Ya no sirve.
Al menos nos dará calor y, ¿quién sabe?, como si de un
milagro póstumo se tratara, de entre sus llamas puede aparecer majestuosa un
ave fénix.
A otra cosa, Mariposa.
“En este
estado de apacible y letárgica meditación permaneció hasta que el reloj de la
torre dio las tres de la madrugada. Vivió todavía el comienzo del amanecer
detrás de los cristales. A continuación, contra su voluntad, su cabeza se
desplomó sobre el suelo y sus orificios nasales exhalaron el último suspiro.”
Y agonizó en voz
baja por cortesía. (Joaquín Sabina)
“¡Fíjense, la ha diñado, ahí está, la ha diñado del todo!
¿Muerto?
- Bueno - dijo el señor Samsa -, ahora podemos dar
gracias a Dios
A pesar de lo temprano de la mañana, ya había una cierta
tibieza mezclada con el aire fresco.
Ya era finales de marzo
Después, los tres abandonaron el piso juntos, cosa que no
habían hecho desde hacía meses, y se marcharon al campo, fuera de la ciudad, en
el tranvía.
El
vehículo en el que estaban sentados solos estaba
totalmente iluminado por el cálido sol. “
(“…Y se vieron las estrellas” )
“…hablaron de las perspectivas para el futuro
y llegaron a la conclusión de que, vistas las cosas más de cerca, no eran malas
en absoluto.”
“…al ver
a su hija cada vez más animada, que en los últimos tiempos, a pesar de las
calamidades que habían hecho palidecer sus mejillas, se había convertido en una
joven lozana y hermosa.”
“…y estiró su cuerpo joven.”
( “...Y al final… Esperanza”)
Fin de La Metamorfosis:
(Ha nacido una nueva Mariposa Monarca.)
Cuando la nueva monarca
estrenó sus alas, las contempló un breve instante, después se asombró, más
tarde se extasió con su belleza y por fin se decidió a batirlas. No fue
consciente en ese momento ni nunca del poder de su acto. Primero fueron las
estatuas milenarias convertidas en arena para elevar un milímetro el nivel del
desierto. Le siguió la destrucción a pares de la torre herida por el rayo. Un
tsunami barrió de bañistas molestos las playas tranquilas del Índico. Un
terremoto dejó sin tapias a un país que nunca las tuvo. De las entrañas de la
tierra brotó la tos, por un catarro mal curado, del señor de los abismos a
través de las rendijas de la isla boreal
obligando a las moscas a dejar de volar.
Y en Pequín llovió,
por fin.
Pobre Martín, pobre miseria,
cava la tierra busca su pan.
Cuando la muerte le haga un guiño
para que deje el trabajar
se cavará su propia tumba
y en medio de ella irá a parar.
(George Brassens)
Queridísimo profesor:
Voy a echar de menos tus glosas en la
cuneta y en el arcén de mi carretera de papel.
Se acabaron las clases y el soporte
digital, como si de otra metamorfosis se tratara, sustituye al lento carromato
tirado por el viejo caballo que fue de Miguel Strogoff.
Guardaré tus anotaciones manuscritas
como oro en paño con intención de subastarlas al mejor postor el día que tu
nombre se escriba con letras indelebles junto a los de Vargas Llosa y Saramago,
por poner dos ejemplos recientes.
Como traidor ya me conozco el camino
hasta la novena esfera. Esta vez no necesito guía.
Como pelota espero tener una silla
disponible en cualquiera de las terrazas del purgatorio. No aspiro por el
momento a más. Dicen que sirven buen café.
Kafka, escribidor de diarios, reflexivo por obligación, sabía del poder del batir de alas de la mariposa. Y se asustó. Por eso quiso, tras su fuga, que borraran todos sus archivos, que quemaran todos sus escritos. Su amigo no le hizo caso y el mundo que habitamos seguramente habría sido distinto.
Probablemente peor,
como en la película “Qué bello es vivir”.
Gracias al amigo.
Llegado a este punto,
yo también dudo si no será mejor cerrar este documento, olvidarme de todo lo
que he escrito, darme media vuelta, esconderme
sigilosamente debajo de la alfombra y, junto a Kafka, esperar La Venida de la Aspiradora
el Día de la Gran Limpieza Final.
Pero, en fin, se supone
que esto es una ficha de lectura de la clase de Creatividad Literaria y, por lo
tanto, un trabajo de obligado cumplimiento que estoy obligado a presentar.
Alea jacta est.