En clase de creación literaria tuvimos que leer un pequeño texto de Gabriel García Márquez, "El ahogado más hermoso del mundo", y presentar nuestro comentario y análisis técnico acerca del mismo para ser sometido a la visión crítica del microscopio inmisericorde de nuestro profesor magnífico para su valoración. Yo presenté el mío y obtuve la merecida (o inmerecida) calificación de "Aprobado cum laude".
Podía haberme conformado con ello pero la ambición no descansa y el músculo tampoco duerme todo lo que debieran y siempre demandan un poco más. Así que, armándome del valor que se me supone y aprovechando la favorable conjunción de los astros, decidí atacar con imprudente osadía esta segunda parte:
EL
AHOGADO EN LA BODEGA MÁS HERMOSO DEL MUNDO…
Y EL MÁS BEODO.
FICHA DE TÉCNICA EN LA NOVELA
COMENTARIO SOBRE LA TÉCNICA EN
Gabriel GARCÍA MÁRQUEZ, "El ahogado más hermoso del mundo"
Dicen
que segundas partes nunca fueron buenas. ¡Falso!
¡Mentira! Y si no, que se lo
pregunten a Cervantes. (Aunque, claro, entre una y otra estuvo la de
Avellaneda, que tampoco debe estar mal.) Yo ya he presentado mi trabajo ante
Miguel Ángel pero no me he quedado conforme. Quiero subir nota.
Esta versión en
segunda edición tiene carácter autobiográfico aunque esté narrada en tercera
persona. Sé lo que más de uno pensará para sí y se callará y sé también que hasta
habrá quien se atreverá con inusitada osadía a manifestarlo en voz alta: “Quien tiene hambre con pan sueña”. (Que
tenga cuidado: Aunque tengo algunos lapsus de memoria no se me olvidan
fácilmente las caras.)
El ahogado más
hermoso del mundo se llamaba Esteban pero no fue el más famoso.
El ahogado más
famoso del mundo se libró (según El Libro), gracias a un Soplo Divino, de
ahogarse de una vez por todas en las aguas del famoso Diluvio Universal que es
cuando y donde se ahogaron la mayor parte de los ahogados de este mundo pero que
no cuentan, entre otras cosas, porque no estaban contados y además eran
anónimos, es decir, que no tenían nombre, no como Esteban. Es importante tener
un nombre, como por ejemplo Esteban, sobre todo para no caer en el anonimato.
Se salvó porque construyó
un Arca de Madera de Roble justo a tiempo gracias a que Alguien le avisó de lo
que se avecinaba. Se llevó con él todo lo que pudo, esposas, cuñadas, nueras, siervas,
incluso alguna vecina, una prima en (buen) estado, la sobrina de un cuñado, la
granja de animales al completo y hasta parte de la hacienda. Como no sabía lo
que iba a durar aquello porque como todas las cosas en esta vida, según dice mi
abuela, incluidas las guerras, se sabe muy bien cuándo empiezan pero no cuando
van a acabar, procuró aprovisionarse de
bebida y buenos alimentos.
Comenzaron las
primeras gotas, frías, allá por el mes de septiembre, pocas. Se fueron
calentando y haciéndose más abundantes a lo largo de las primeras semanas de
octubre. Apuró hasta el último momento, la uva estaba redonda y tersa, en su
punto justo para vendimiar. Cargó en el arca toda la cosecha. Fue excelente
además de generosa. Tuvo que improvisar nuevos compartimentos no contemplados
en el proyecto inicial original, igualmente en madera noble de roble. Se redujo
el espacio destinado al pasaje y a la tripulación. A las mujeres les buscó un lugar
confortable y cómodo cercano a su alcoba en el puente de mando, los hombres
buscaron su acomodo como mejor pudieron en los bancos corridos de la galera junto
a los remos y los grilletes. Los racimos exuberantes y hermosos rebosaban por
encima de las barandillas de la borda.
Más tarde, cuando
ya los que negaban a ultranza la evidencia del cambio climático comenzaron a
darse cuenta de que aquello iba en serio y para largo y algunos, los más
hábiles, consiguieron fabricarse algunas pateras con las astillas y los restos
del andamiaje abandonado por Noé, los que consiguieron hacerse a la mar sin
mojarse demasiado se morían de admiración y de envidia al ver aquella magnifica
nave tan bien velada y adornada con tanta fruta que de haberlo conocido habrían
jurado y perjurado que se trataba de un cuadro de Archimboldo. Pero la verdad
es que para ellos en aquel momento no estaba el horno para boldos ni para bollos.
Tenían asuntos más urgentes en los que pensar.
(Quien esto os cuenta no creáis que obtuvo su información
de los legajos originales que se apiñaban desordenados en los arcones, cofres o
baúles y ordenados en los anaqueles de la Magna Biblioteca envidia de las naciones
vecinas pues todo se perdió tras la riada. Bebió de otras fuentes. Bebió de
otros grifos. Bebió de otras espitas. Bebió...)
Pasaron cuarenta
días, según dicen, que a los hombres se les hicieron interminables, como
cuarenta años. Envejecieron. A Noé no. A Noé se le paró el tiempo. Rejuveneció.
Pero todo lo bueno se acaba un mal día y el diluvio también se acabó. Y hubo
que poner los pies en la tierra. Bajaron todos y todas. Noé se negó en rotundo.
Durante cuarenta
días más estuvo Noé dentro del arca, sin salir, sin ni siquiera asomarse a ver
el sol y la claridad del día por la claraboya o el tragaluz, negando lo
evidente. Rogó al cielo, rezó, oró, imploró, elevó sus plegarias pidiendo que
volviera a llover. Se dejó la piel que cubría sus rótulas en la tarima de la cubierta
de su nave encallada de tanto arrodillarse en ruego y oración. Cuando, ya
abatido, vio que éstas no eran oídas por ningún oído divino ni humano cantó
desesperado, desafinó todo cuanto pudo en un último intento y por fin se
derrumbó. Al derrumbarse no creáis que se derrumbó como cualquier hombre que se
derrumba. Se derrumbó con estrepito, como se derrumba un edificio en llanto,
como se derrumba una torre de babel herida por el rayo, como se derrumba una
torre gemela, como se derrumba tras ella su gemela hermana…
Al principio no le
dieron importancia. Les tenía acostumbrados. Era el Patriarca y ya antes de lo
del diluvio solía ausentarse por largas temporadas. Tenía otros pastos y otra
ganadería que debía atender. Pero se les hacía que esta vez tardaba demasiado y
además en el Arca ya no quedaba nadie más que él. Así que armados de paciencia
y valor fueron a buscarle. Tardaron pero por fin lo encontraron. Allí estaba,
morado, en el fondo de la cuba, hecho un guiñapo, hecho un despojo, cubierto de
abrojo y de pellejo de uva, de algo rojo que asemejaba alga. Parece ser que en
su caída tropezó y se cayó. Morado solía ponerse con relativa frecuencia, y
morado y tibio se puso durante el tiempo que permaneció en el puente de mando encerrado,
protegiendo a sus protegidas del aguacero y la tormenta pero esto de ahora era
algo nuevo y distinto, inesperado y desconcertante.
Habían visto desde
la barandilla del crucero ahogarse a muchos pequeños navegantes con sus
frágiles barquillas estrellándose contra el casco del Arca intentando aferrarse
al cable del ancla para subir. A alguno hasta tuvieron que darle un empujoncito
y echarlo otra vez al mar en el último momento cuando casi lo consigue. ¡Qué se
había creído! ¡No hay sitio para todos! Conocían perfectamente lo que era un
ahogado. Así que cuando lo vieron de esta guisa en fondo del lagar no lo
dudaron ni por un momento: “Está ahogado”, sentenció el mayor de los hijos. “Sí”,
asintieron lacónicamente los dos menores
igualmente convencidos.
Andaban los deudos
del finado con los preparativos de las exequias pero con la mente puesta más en
las cuestiones de herencia que en lo que celebraban. Habían contratado junto
con las plañideras de oficio los servicios del Coro del Ejercito Asirio para
cantarle al ahogado un Miserere, aprovechando que estaban de paso por allí
camino de Babilonia en busca de solaz.
Sonaban armoniosas estas
dulces notas lastimosas cuando un aria no invitada, poderosa, ardiente como la
madera seca del sarmiento que crepita en el hogar antes de dar su último adiós
de despedida y un abraso a la chuletilla convidada principal del homenaje, una voz
áspera y quebrada, de cantante de color (negro) de jazz, una voz negra de blue,
una voz rasgada y rota, desgarrada, rasgó el luto y el velo de tul de la sábana
mortuoria y el silencio sepulcral trastocando en alegría y bacanal con entrada
tan triunfal la tristeza del Mar Muerto. Enmudeció el coro.
De ese canto soberbio
quedó grabado a fuego y para siempre en la historia y la memoria de todos los
presentes, como clavo con martillo, el insistente verso final de estribillo:
“… pero tenemos un vino que resucita a los muertos.”
(Y no estaba muerto, no, no.)
(Estaba tomando… vino, no, no.)
Otras coplas procedentes
de las cuatro esquinas del planeta se sumaron al concierto:
“Si el vino viene, viene la vida, vuelvo a tu viña,
tierra querida…”
¡Y
cuando lloren las viñas
para que rían los hombres,
he de volver en las copas
que habré de mojar las bocas
de mis viejos compañeros
o tal vez de la que quiero
y no me pudo querer...
para que rían los hombres,
he de volver en las copas
que habré de mojar las bocas
de mis viejos compañeros
o tal vez de la que quiero
y no me pudo querer...
y
en una noche de farra
cuando lleven la guitarra
si ven al vino llorar
déjenlo llorar su pena
déjenlo llorar su pena
que en la lágrima morena
como nunca he de cantar!
cuando lleven la guitarra
si ven al vino llorar
déjenlo llorar su pena
déjenlo llorar su pena
que en la lágrima morena
como nunca he de cantar!
(Volver en vino,
Horacio Guaraní.)
El humilde cronista, animado por los coros
asirios, por la guitarra
por una lágrima
morena derramada en el borde de su cuenco y
por una lágrima
furtiva derramada en la borda de su cuenca
se animó y escribió
la suya:
“¡Vaya vino de primera, Señor!
¡No hay ningún vino mejor para el fino paladar
que acompañe al buen yantar que este vino superior
de la bodega de Juan
Campinún!”
Queridos amigos,
compañeros del alma, compañeros del aula y del pupitre, viejos compañeros, viejos, y querido profesor, maestro
emérito por méritos propios:
Ésta foto,
algo retocada, es una de las varias que
nos hizo Antonio el día que me cantasteis, con vuestro coro de voces blancas y alguna que
otra de color cazalla, mi muy feliz cumpleaños feliz en la bodega de Sole en
Yécora el día de Santa Rita.
Fue antes
de que se hundiera el suelo bajo nuestros pies y nos cayéramos dentro de la barrica
de roble con todo el equipo. (Como le
sucedió a Obélix en otro tiempo, en otro lugar y en otra historia.)
Aunque no
pasó nada grave, a partir de entonces ya nada ha sido ni creo que vuelva a ser como
antes:
Me basta con
percibir el aroma que desprende el vidrio de la copa que antes contuvo el Sagrado
Vino para sucumbir ante sus maravillosos efectos saludables y benéficos aunque
de lo que esté llena sea de agua dulce potable y clorada del grifo.
Ésta es
la verdadera raíz del famoso milagro de las bodas de Canaán…
y de las bodegas
de Campinún.
Aunque suene
a sacrilegio e irreverencia con este sistema todos los milagros son posibles.
Si falto
a la cita de Entrepuentes o llego tarde hay una razón: He ido a patentarlo. No
me esperéis.
Me he
echado un trago de este elixir milagroso antes de ponerme a escribir.
Un afrazo y mushos fesos.
Julio
(Nota 1:
Creo que se
me ha ido un pelín la mano con el photoshop. Aún no domino bien la técnica.)
(Nota 2:
Reconozco
que también se me va el dedo con la tecla. La culpa fue del Campinún.)
(A la cita de Entrepuentes
si puedo voy.)
(Como es posible que
llegue tarde, id pidiéndome un vaso de agua, por favor.)
(Ya sé lo que estás pensando:
“-¡Hay que echarle valor!”;”-¡Con la
que está cayendo…!”)
Epílogo:
Es importante tener un nombre propio que, como su propio
nombre indica, es el nombre que nos pertenece por derecho propio. Ejemplo:
Esteban.
Normalmente los nombres propios se escriben con mayúsculas,
como por ejemplo Dios que no hay más que uno aunque sea trino. Los dioses
menores por ser tan comunes son impropios de este nombre.
El nombre propio no caduca. Tiene una vigencia que no
tienen las células aunque sean madres. Permanece más allá de la muerte. ¿Dónde
están las células madre de Homero?, por ejemplo, ¿o las de Noé?, ¿o las de la
madre Eva? Cuando Dios entregó en usufructo la finca de El Paraíso a Adán para
su uso y disfrute éste lo primero que hizo fue ponerles nombres a todos los
animales y plantas que lo poblaban para alejarlos de la amenaza del olvido.
Luego Noé tuvo que cargar con ellos en el Arca. Gracias a eso se salvaron de
morir ahogados. No como los mosquitos que no tienen nombre y por eso se
tuvieron que quedar en tierra. Eso sin contar con los ahogados sin nombre que
se ahogaron en el mar del olvido. Esteban no.
Es importante que los muertos tengan un nombre para que
vivan. Si no tienen nombre es como si nunca hubieran existido. Y si ellos no
existieron tampoco sus descendientes. Es importante saber cómo se llama tu
padre, o se llamó, y tu abuelo y tu bisabuelo y tu tatarabuelo. Y lo mismo
ocurre con tu madre y tu abuela y tu bisabuela y tu tatarabuela, aunque esto es más fácil.
Dada la enorme dificultad que existe para conocer la línea directa,
recta y verdadera de tu ascendencia por línea paterna hasta Adán, es por eso
que se inventó en su día el patronímico aunque tampoco ello es garantía
suficiente de linaje de alcurnia. La curnia ha sido una enfermedad endémica de
nuestra estirpe desde el comienzo de los tiempos antes incluso de la expulsión
y el destierro.
Por eso cuando el ahogado más hermoso del mundo llegó a la
playa disfrazado de alga y las pobladoras del poblado primero y los pobladores
después le adoptaron se acordaron de sus primeros padres Adán y Eva (a los
últimos muchos ni los conocieron, unos
porque se ahogaron pronto sin dejar un nombre en herencia y nacieron póstumos y
huérfanos de apellido y otros porque sencillamente no quisieron hacerse cargo
de la carga que suponía alimentar una boca de más) y lo primero que hicieron
fue bautizarlo y ponerle nombre: Esteban.
No he querido poner vuestros nombres en la foto. Espero que
vosotros mismos os reconozcáis.
Confieso que pasado el efecto primero ni yo mismo os
distingo. Además apenas me acuerdo de cómo os llamáis. A duras penas reconozco
al maestro. Sé que estuvo allí. Sé que yo también estuve y que no ha sido un
sueño porque me llevé la copa y la tengo en la vitrina junto con las del último
campeonato deportivo y las medallas. Está vacía pero todavía desprende un
exquisito aroma que impregna toda la casa…
Sé que estuvo también el bodeguero, el que hizo el milagro,
y su madre…
Julio Fidel
Agradecimientos:
Gracias, Sole, por tu
invitación a tu bodega coincidiendo con el día de mi cumpleaños el último día de curso.
A los demás, gracias por
celebrarlo conmigo, por vuestra amistad y por vuestro coro de voces
blancas.
A ti, Miguel Angel, gracias por el estímulo de tus enseñanzas
y tus comentarios y por sacar lo mejor de mí y lo peor a base de
interrogatorios implacables y vueltas de manivela de potro.
No pude asistir tampoco esta
vez a la cita de Entrepuentes. He intentado justificarme pero no me creáis
demasiado.
Con mi mayor afecto…
Un abrazo
Julio
P.D.: (más de dos años después)
Rememorando este encuentro
en tarde tan placentera,
Contemplando los trofeos
tras la vitrina emplomada,
desde que alzara mi copa
y, tras de brindar, la hurtara
como testigo de un triunfo
de aquella noche de farra
para llevarla a mi feudo
ya han rodado dos añadas.
Con la música de fondo
del fondo de la robada
una canción se desprende
desde el estante hasta el alma,
gota a gota, verso a verso
e inunda toda la estancia.
Solo el corazón la entiende:
Parece que el vino hablara.
P.D.: (más de dos años después)
Rememorando este encuentro
en tarde tan placentera,
me acerqué a la cristalera
para apurar el recuerdo.Contemplando los trofeos
tras la vitrina emplomada,
desde que alzara mi copa
y, tras de brindar, la hurtara
como testigo de un triunfo
de aquella noche de farra
para llevarla a mi feudo
ya han rodado dos añadas.
Con la música de fondo
del fondo de la robada
una canción se desprende
desde el estante hasta el alma,
gota a gota, verso a verso
e inunda toda la estancia.
Solo el corazón la entiende:
Parece que el vino hablara.
(Guarda la copa de nuevo en su altar,
que antes de que acabe el año hemos de volverla a usar;
ocasión no ha de faltar.)
(Y guarda mi afecto en tu corazón.)