sábado, 16 de enero de 2016

El círculo hiperfecto



Él nunca lo haría. No lo abandones.


Dicen que "segundas partes nunca fueron buenas", lo digo por segunda vez y lo repito por primera, pero eso debe de referirse exclusivamente a cuando solo hay dos. Una vez que se llega a tres, salvado éste primer obstáculo, el de la ineludible comparación, entramos en "la trilogía" que como su propio nombre indica consta de tres tratados de pretendida sabiduría. 

Cuando formulé mi primera tesis de "El círculo perfecto", dejé la puerta abierta para una continuación que posteriormente cuajó en "El círculo imperfecto". Hasta aquí todo correcto y perfecto, o casi. 

Circunstancias coyunturales de aquel momento políticamente imperfecto me tomaron de la mano para, sin yo mismo pretenderlo, guiado más por duendes que por musas, formular la tercera parte de mi soberana hipótesis,"El círculo pluscuamperfecto", éste sí, políticamente incorrecto pero no imperfecto.

Encuaderné los tres volúmenes en una bella carpeta de cartoné de lujo con el rimbombante título de "Mis círculos concéntricos".(*)



Creí que con esto había saldado con la ciencia todo lo que la ciencia, a lo largo de mi estrecha colaboración como burro de noria invitado al giro de este planeta, había hecho por mí, pero no ha sido así. Parece ser que aún estoy en números rojos y con deudas pendientes.

Como quiero estar en paz con la ciencia y con mi conciencia, con el dueño del burro, con quien cabalga sobre él sosteniendo el palo del que cuelga la zanahoria y con el Supremo Encargado del Gran Carrusel, he decidido completar mi particular sistema planetario con el trazado una nueva órbita estelar: "El circulo hiperfecto". 


Cuando El Gran Relojero decidió hacernos coparticipes, a algunos como meretrices y a otros como aprendices del oficio sin sueldobeneficio ni salario en el montaje del Gran Reloj Universal, no se le ocurrió otra cosa mejor que hacer que enviarnos a buscar por las cuatro esquinas del universo desconocido y multidimensional las piezas más diminutas perdidas... extraviadas... abandonadas... desperdigadas...

Obediente y bien mandado, como corresponde a mi condición de chico listo para los recados siempre dispuesto, desempolvé mi pundonor y me puse sin demora ni tardanza a la tarea encomendada de traer hasta el redil a cuanta bendita descarriada me encontrara por ahí.

En ello andaba camino del burdel, pues bien sabido es que es en ese santo lugar tan inhóspito de día como hospitalario de noche donde, según dicen, se hallan las más y de paso disfrutar de alguna migaja del banquete bacanal... cuando he aquí que topeme en mi camino con algo inesperado que invitome a reflexión: 

Un carrito descarriado de la compra del hipermercado: 


¡Abandonado! 


Él nunca lo haría, por supuesto.



Fue tal el impacto que este hallazgo me produjo que olvideme al instante del lugar al cual me dirigía, privando de la orgía singular a mi fino paladar que en tal se relamía. Y juntóseme en el acto mi compasión y mi manía y mi afición casi obsesiva por la Sagrada Geometría y  la Divina Perfección. 

Yo las calles recorrí, cuesta arriba los subí, cuesta abajo los bajé, cuantos pude recogí, uno a uno los junté, los uní y los coloqué, los medí y los orienté con referencia al nadir y cuando el círculo al fin carro con carro cerré... ¡encerrado me quedé!... y sentadito con mi cara lela de alelí como aquel día en el que con mi inocencia infantil al corro de la "alupé" ensalada me comí, como comen los señores.

Y ahora que estoy aquí, no sé cómo ni por qué, ni qué diablos he de hacer para conseguir salir de esta encerrona mortal que yo mismo me he montado por tratar de encarrialar al descarriado. 

"-¡Mejor lo hubieras dejado!", se queja mi paladar.


¡Help!

... ... ...


Tras una larga reflexión, 
en mi espera sin esperanza, 
creo haber hallado la posible solución 
a la profunda demanda de mi afligido corazón:


¡Abducción!


(¡Sacadme de aquíiiii...!)






Moraleja: 
No te metas en camisa de once varas ni en berenjenales 
por salvar y traer de regreso al buen camino al extraviado, 
que luego tú... ¡a ver como sales!


Moraleja matemática: 
El número complejo tiene una parte real y otra imaginaria. 
Cuando la real se mete en un lío que parece irresoluble, la imaginaria 
acude en su socorro para sacarle las castañas del fuego. 
La Vida también es compleja y tiene una parte real y otra imaginaria.


Circulando por la red en busca de otros círculos dí con este:
Cuando la esfera aplanizó en Planilandia 
todos los círculos la reconocieron como uno de los suyos:

-"Es de los nuestros"- dijeron.